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Hombre que en un pizarrón solo
anotas números y cuentas, para tus alumnos.
A ti hombre que en su oficina,
le llevas las cuentas a otros.
Hoy recuerdo como tus caricias
me hacían olvidar mi problema de columna.
Con tus besos, volaba sin
fronteras.
Tus abrazos, me daban esa
seguridad que nunca había tenido hasta en la actualidad.
Dormir en tu pecho era sentirme
la bella durmiente, en el cual el príncipe me despertaba con ternura y dulzura.
Tu mirada, la misma que nunca
me dejaba desabrigada, algo que no se olvida, aunque ya el balance de sumas y
saldo está en cero.
Me he encontrado a mí misma
estando a tu lado, espero que tú también hallas sentido lo mismo.
Te doy gracias, porque me has
enseñado a vivir ese mundo que muchas veces deseé en mis sueños.
Viajar, caminatas y
restaurantes. Siempre predispuesto a mis requerimientos.
Tus abrazos, tus besos y tus
charlas largas en donde me hablabas de la vida y de sueños por realizar.
Hoy no sé por dónde andarás,
tampoco sé, si sigues dando clases, sólo sé, que lo que aprendí de ti en esos
momentos compartidos, es parte de lo que espero en el próximo encuentro de
aquel al cual yo le permita vivir dentro mío.
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