Juguemos



Sentada en la plaza, noto que solo yo me encontraba.

Quizás era temprano, o quizás todavía el juego no había comenzado.

- Juguemos a la escondida por ahí se había escuchado.
- Bueno 
- Nio cuento, no cuento 
y así todos dijeron; pero yo me había olvidado de gritarlo a tiempo.

Me encontré con personajes que se escondieron en escusas diciendo
"eres mucho para mí, por eso voy a partir"

Otros se escondían en casas ya habitadas, pero les gustaba saltar los tejados de escapada en escapada.

Muchos jugaban a la escondida, pero nunca escucharon que yo participaría.

Me metieron obligada, a contar sin final la tapada.

Lo peor era ver como, el último siempre me ganaba la piedra y gritaba a viva voz

Piedra libre para todos mis compañeros!...

Desde hace 7 años he decido que no juego más a este juego. Me cansaron que tenerme como cuenta de tiempo.

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- Moni! vamos al sube y baja
- Si! vamos

todo venía bien mientras ambos teníamos las mismas fuerzas para impulsarnos.

Pero en un momento, él vío que cuando golpeaba su asiento bruscamente sobre el suelo, a mi me saca de un salta de mi posición de mejor sentadero.

Comenzó con risas y de apoco, se fue haciendo mas brusco el salto, con intención de caernos.

Hasta tuve que decir 

-  Vasta! ya no me gusta este juego
- ¿porque eres flojita Moni?
- me estas lastimando, ya no puedo sostenerme y me voy cayendo.
- jajajajaja, aprendé a agarrarte! 

Me decía mientras yo volaba por el aire llena de heridas.

- No juego más con vos, porque solo quieres lastimarme, y de juego paso a ser una guerra sin control.

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Pasando un tiempo, vino un amigo a decirme si jugábamos en la calecita. El iría en el caballo y yo en la carrosita.

Jugábamos a que él me llevaba a pasear, por caminos llenos de flores y largos ríos, que por el camino se cruzaban.

Como estaba en el caballo, él era el soldado que defendía a la princesa que en el carruaje llevaba.
Grandes batallas ambos habíamos ganados, pero la guerra final, ambos la habíamos perdido sin más que con un suspiro.

Se habían terminado las estrategias y la mentira del enemigo, el terreno iba ganando. 

Yo como princesa, después de dar tantas vueltas, ya me había mareado, y no podía seguir caminando.

Me bajé del carrusel, y le dije

- No mas vueltas, porque no hay sortija por ganar ni guerra por victoriar.

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Caminando por el parque, ví a lo lejos el tobogán.

- Wau!!! que sensación hermosa lanzarse por él y tocar tierra cuando cae a sus pies.

Subir los peldaños era todo una osadía y lanzarse por él era sentir mariposas en el estómago, ¡ Que felíz me hacía!

Vino un compañerito y se ofreci a que juntos nos lancemos por él. Ambos nos sentábamos como haciendo un trencito y bajábamos riendo, festejando el gran momento que se estaba oficiando.


Pero con el tiempo, comenzó a empujarme, para que fuera mi descenso más rápido y hasta por ahí una pequeña patada me daba, para que cuando llegara al final cayera sentada.

La primera vez me reí, lo tomé con tal; un juego y nada más.
La segunda vez, refunfuñe.
A partir de ese momento ya no me gustaba, seguir jugando.

- No juego más!... mientras vos te reís al ver como me caigo porque me estás empujando, yo me voy rompiendo poco a poco y no me está gustando.

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Hoy sentada en el banco de la plaza, veo los diferentes juegos y en cada uno de ellos un recuerdo va teniendo.

Pero ahora se levantó viento, y la arena del arenero, se me entran en los ojos, obligándome a cerrarlos.

Me limpio, con mis manos, me hago techito con las manos, tratando de que no entre de nuevo arena a mis párpados.

Llego a casa, ya segura me encuentro y he aprendido

Que los juegos de las plaza los debe haber creado alguien, que no supo amar ni ser amado.


Autora: Monica E. Fragapane
5/10/2023

 

 

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